7.7.07




Seleccionzuela

En la selección que queremos, donde he visto tanta grandeza, tanto orgullo, tanta pasión, hoy sólo veo un puñado frágil de vanidades inmaduras y tristes.


ALDO SCHIAPPACASSE, DESDE VENEZUELA (www.cooperativa.cl)
Venezuela le debe su nombre al conquistador Alonso de Ojeda y a Américo Vespucio, quienes recorriendo las costas del golfo en 1499 consideraron que los palafitos de sus habitantes originarios parecían una Venecia pequeñuela (Venezziola), lo que me parece una historia muy digna de contarse, porque así nos vieron alguna vez.

Este equipo chileno en la Copa América es definitivamente una selecciónzuela. En la comparación con otros equipos representativos parece muy pequeño y básico, rudimentario y tosco, ordinario, pero increíblemente autóctono.

Si en la idiosincrasia nacional el festejo debe acompañarse de alcohol a destajo, sexo, bromas grupales y excesos de todo tipo, un puñado de futbolistas jamás será la excepción. Soy capaz de entenderlo, aunque no de respaldarlo ni aceptarlo cuando se trata de deportistas en alta competencia en medio de un certamen. Lo que cuesta mucho asimilar es la prepotencia, el sexismo, la falta de respeto hacia gente trabajadora.

En el desayuno con más historia de los últimos tiempos, ante decenas de testigos –incluyendo una pareja que debió soportar estoicamente la intemperancia del grupito- le pusieron jamón y mermelada en el rostro a uno, que estaba tan ebrio que no reaccionaba. Luego se abocaron a las bravuconadas sexuales hacia el personal de servicio y culminaron el show acuchillando las sillas antes que el jefe de seguridad del recinto los conminara a retirarse a sus habitaciones, varias de las cuales estaban muy maltrechas a esa hora por la batahola nocturna.

Al más puro estilo Bart Simpson ("yo no fui, nadie me vio, no pueden probarlo"), el cuerpo técnico y la dirigencia solicitó pruebas para determinar sanciones, al tiempo que negociaba con los responsables del hotel Mara Inn para evitar acciones policiales. Conversé con varios de los testigos y, al margen de la sorpresa y la indignación denotaban infinita humillación. No sólo por el bochornoso comportamiento inicial, sino por las negociaciones posteriores para acallar o bajar el perfil al asunto, que culminaron con una tibia declaración de parte de la gerencia.

He estado en varios escándalos recientes, desde Cúcuta a Dublín, y sé lo que vendrá. Negación, victimización, renuncias, acusaciones surtidas de persecución de la prensa. Y esperamos que no existan represalias para quienes, en su integridad herida, dieron testimonio de los hechos que se ocultaron por más de 24 horas en espera de una salida silenciosa y negociada. Quisiera, además, no ser injusto con aquellos que durmiendo tranquilamente en sus piezas se convertirán en cómplices del hecho por esa reacción tan futbolera de respetar "la interna".

Dentro de la increíble galería de sorpresas que depara el fútbol está dentro de las posibilidades –mínimas, pero posibilidades al fin- que al término de la jornada un grupo de héroes grite con histeria al mundo que han derribado a un gigante, que taparon muchas bocas y que aprendan todos la lección. Yo, honestamente, sentiré, aún en ese caso, la vergüenza ajena de un acto indigno y reprochable que, reitero, duele tanto por el hecho como por el intento de encubrirlo, acallarlo, postergarlo o, sencillamente, archivarlo. Para beneficio de una generación de deportistas que, objetivamente, nos ha regalado muy poco.

Como he dicho tantas veces, el fútbol es mucho más que una pelota, la táctica o el conocimiento específico de su técnica. Es la vida misma, la sublimación del juego, el orgullo o la tristeza compartida. Es el entorno y los héroes, son los hombres que escriben historia por muchos.

Desde esta orilla, mirando a la distancia, veo a esta selección y me parece un reflejo pequeño y genuino de lo que somos, de lo peor de lo nuestro, de tantas culpas compartidas, de tanto favor concedido.

Así son. Así nos hemos dejado ser. Así, con seguridad, seguiremos siendo.

Una selección muy pequeñuela.