Creía haberlo visto todo
“... CREÍA HABERLO VISTO TODO”, DIJO EL ANCIANO SERGIO ROBERTO LIVIGSTONE POLHAMMER, EL SAPO LIVIGSTONE, SORPRENDIDO POR EL DESCENSO DE ‘U’ A SEGUNDA BAJO LA DIRECCIÓN TÉCNICA DEL INGENIERO PELLEGRINI...”
Yo, humildemente, creía haber visto de todo hasta que vi al Mamo Contreras entrar a la cárcel en vivo y en directo, dejando atrás casi una década de desayunos diarios con Pinochet -donde le contaba de los avances del ‘trabajo’ de la Dina-; lo vi salir libre asegurando que nunca había estado preso y volver a ser enrejado pese al llanto de su secretaria/amante.
Vi al mismo Diablo encerrado en Londres, en una clínica primero y en una casa después… Sabía que corría riesgos yendo a Europa, pero sus sueños (irrealizados) de viajar, la presión de su esposa por conocer el Viejo Mundo y su sensación de impunidad pudieron más. Ahora culpa a sus subalternos –algo muy poco digno para un general de la República- y se exculpa en una supuesta demencia –algo muy poco digno para un hombre-.
Vi los cuerpos de Pisagua, vendados y amarrados, aparecer como una verdad irrefutable, pese a que la negaban el ex senador Julio Lagos, el ex diputado Ramón Pérez y el diario La Estrella. Dos de ellos la siguen desconociendo o, al menos, la justifican. El otro está muerto.
Vi “las dos torres con sus miles caer inolvidablemente”, como dice el incomparable Silvio, mientras lucha contra el cáncer que le come la vida, pero no el talento.
Vi a Soria “con las cejas en ristre y la rodilla hecha bolsa”, como dice el gran Gonzalo Artal, atacar a un joven en Alto Hospicio que se atrevió a comentarle que 20 años era mucho tiempo para que una familia levantara su casa bajo el sistema de autoconstrucción. Y vi como fanáticos y fanáticas soristas lo acorralaban para decirle “el alcalde no anda ná solo”… Aunque ahora, al parecer, empieza a estarlo. Eso no lo había visto.
Yo, humildemente, creía haber visto de todo hasta que vi al Mamo Contreras entrar a la cárcel en vivo y en directo, dejando atrás casi una década de desayunos diarios con Pinochet -donde le contaba de los avances del ‘trabajo’ de la Dina-; lo vi salir libre asegurando que nunca había estado preso y volver a ser enrejado pese al llanto de su secretaria/amante.
Vi al mismo Diablo encerrado en Londres, en una clínica primero y en una casa después… Sabía que corría riesgos yendo a Europa, pero sus sueños (irrealizados) de viajar, la presión de su esposa por conocer el Viejo Mundo y su sensación de impunidad pudieron más. Ahora culpa a sus subalternos –algo muy poco digno para un general de la República- y se exculpa en una supuesta demencia –algo muy poco digno para un hombre-.
Vi los cuerpos de Pisagua, vendados y amarrados, aparecer como una verdad irrefutable, pese a que la negaban el ex senador Julio Lagos, el ex diputado Ramón Pérez y el diario La Estrella. Dos de ellos la siguen desconociendo o, al menos, la justifican. El otro está muerto.
Vi “las dos torres con sus miles caer inolvidablemente”, como dice el incomparable Silvio, mientras lucha contra el cáncer que le come la vida, pero no el talento.
Vi a Soria “con las cejas en ristre y la rodilla hecha bolsa”, como dice el gran Gonzalo Artal, atacar a un joven en Alto Hospicio que se atrevió a comentarle que 20 años era mucho tiempo para que una familia levantara su casa bajo el sistema de autoconstrucción. Y vi como fanáticos y fanáticas soristas lo acorralaban para decirle “el alcalde no anda ná solo”… Aunque ahora, al parecer, empieza a estarlo. Eso no lo había visto.
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